«No llores, no llores», le decía la guardia Nora Pérez, de 28 años, a una niña de tres años, cuando lograron rescatar a una familia que estaba a punto de morir ahogada durante la riada del pasado día 9 en la localidad balear de Sant Llorenç des Cardassar. «La verdad es que me lo tuvo que contar después la madre porque con la tensión de lo que ocurría actuábamos como máquinas, contra el tiempo que se agotaba y la prioridad de salvar al mayor número de personas que estaban en peligro de muerte», confesaba ayer a LA RAZÓN la guardia civil en prácticas que durante su relato no podía reprimir la emoción. Ya le ocurrió durante la mañana, ante el director general del Cuerpo, Félix Azón, que se había desplazado a Mallorca para felicitar a los agentes que habían participado en los salvamentos. «Llore agente, llore, el director general también llora. Claro que tienes que llorar, la tensión se aguanta y se rompe, todos lloramos», le dijo.
Instantes antes, Nora había abrazado al padre de Artur, el niños de seis años que junto a su madre, pereció durante la catástrofe. También se encontraban presentes los padres de la menor que sí pudo ser salvada, junto a a una prima, de 16 y dos miembros más de su familia. «No he podido resistir la emoción, me he derrumbado después de vivir aquellos momentos de tensión en los que no nos podíamos permitir ninguna duda, ningún titubeo ni siquiera la emoción de tener entre mis brazos a la pequeña».
Nora explicó cómo ocurrieron los hechos. «Habíamos recibido un aviso para que acudiéramos a una calle donde podía haber personas atrapadas pero la fuerza de la riada no nos permitía llegar. Íbamos a bordo del coche oficial del Cuerpo, un Toyota, con las ventanillas bajadas por si escuchábamos algo, cuando oímos los gritos de “auxilio, auxilio”. Provenían de un callejón y de unas personas que estaban encaramadas en un todo terreno rojo. Mi compañero Sergio, que es un gran conductor, con gran experiencia, no lo dudó y encaminó el vehículo hacia el lugar. Se produjo una situación llamativa, chocante. Mientras unos vecinos nos gritaban que no nos metiéramos en el callejón porque íbamos a ser arrastrados por la fuerza de las aguas, otros nos pedían auxilio. No había duda sobre lo que teníamos que hacer», agregó.
«Sergio hizo avanzar nuestro coche poco a poco. Por momentos el agua levantaba el morro y parecía que íbamos a ser arrastrados y el rescate no se podría llevar a cabo, pero logró, en unos minutos de una enorme tensión, no sólo de nosotros sino de las personas que estaban en peligro, ya que el agua les llegaba hasta la cintura, empotrar el vehículo oficial contra la pared de la casa, junto al todo terreno rojo», recuerda .«Entonces, nos indicaron los dos adultos (se trata de la familia Heredia) que en la casa estaban la niña de tres años y la de 16. Utilizamos el todo terreno como “puente” y logramos sacar por la ventana a las niñas. Los coches se movían por la fuerza del agua y, primero a la de tres, después a la de 16 y después a los adultos, los metimos. a través de la ventanilla, en el Toyota».
Cadena humana
Llegaba el momento más complicado del rescate y era sacar el coche de la riada. Además, para mayor dificultad, la casa estaba atravesada por dos torrentes. Era imposible avanzar hacia delante por lo que Sergio, marcha atrás, poco a poco, logró llevarnos a tierra firme. Y de allí fuimos al puesto de Protección Civil para dejar a los rescatados».
Nora recuerda también que allí no acabó todo, ya que les avisaron que había unas personas, entre ellas una anciana, que estaban encaramadas en un tejado. «Junto con compañeros de la Unidad MIlitar de Emergencias (UME), hicimos una cadena humana para atravesar el torrente, algo muy complicado. Un compañero de la UME nos explicó que debíamos dar pasos cortos y despegar lo mínimo los pies del suelo y logramos atravesar el torrente y llegar hasta las personas en peligro. Ya estaban allí los buzos de los GEAS. Recuerdo que la anciana no paraba de decirme “me voy a morir», pero la cogíamos del cuerpo para que no se cayera al suelo y también la rescatamos. Habíamos empezado el turno a las 10 y terminamos casi a las cuatro de la mañana, cuando nuestros jefes nos indicaron que nos podíamos retirar porque la situación se iba normalizando». El relato de Nora. «Vigor, firmeza y constancia», como reza uno de los versos del himno de la Guardia Civil, Pues eso, aunque sea entre lágrimas.
Fuente: La Razón