«Nuestro objetivo es despertar emociones y sueños. No hay ningún mensaje político»

En Valencia luce el sol y los termómetros marcan 26 grados, 43 más que en Montreal (Canadá), ciudad en la que Denise Biggi reside seis meses al año. El resto del tiempo lo pasa maleta en mano viajando por todo el mundo como una de las directoras artísticas del Circo del Sol. En esta ocasión, la suerte le ha llevado a la capital del Túria con «Kooza», un espectáculo que desembarcará en la Antigua Estación del Grau el próximo 30 de mayo, ocho años después de la última parada de la compañía en Valencia.

«Cada espectáculo del Cirque du Soleil es diferente; es un mundo en sí mismo, un universo, y eso es lo que los hace tan especiales, tan únicos». La singularidad de «Kooza» es el regreso a la orígenes del espectáculo circense. En él hay números acrobáticos, contorsionistas, paseos por una cuerda floja, una actuación con rueda de la muerte, malabares con sillas, actuaciones aéreas, un poco de baile y hasta hula-hops. «Hemos seleccionado dos de los elementos del circo tradicional, los números acrobáticos y los payasos, eso nos permite crear un ‘show’ completo, con un historia donde se entrecruzan el miedo o la belleza de los momentos poéticos».

Un cuerpo delgado y una elegante cadencia al caminar son la herencia de sus años como bailarina. Biggi responde con una sonrisa a las preguntas mientras observa con ojos abiertos el mar y el cielo de Valencia. «Yo quiero vivir aquí», gime bromeando mientras sueña con tener más tiempo para saborear el arroz del «senyoret» que come con placer en la pausa de su ronda de entrevistas.

Biggi huye de polémicas -y lo hace de un modo amable con un inglés afrancesado- lo suyo y lo del Cirque du Soleil es un arte sin connotaciones. «Nuestro objetivo es despertar emociones y sueños. No hay ningún mensaje político ni nos hemos inspirado en nadie para crear los personajes excéntricos de ‘Kooza’. Esa no es nuestra misión. Es una creación original fruto de la imaginación que quiere tocar el alma del espectador».

A ellos quiere explicarles qué verán bajo la carpa el próximo mes de mayo. «Van a disfrutar al máximo. Hay momentos en los que te ríes a carcajadas y otros donde la alegría da paso a la sorpresa y al miedo, porque las acrobacias son impresionantes, te llevan a tal extremo que piensas: ‘¡Dios mío!’ Pero también hay momentos muy poéticos en los que la música y los cantantes te conducen a un viaje emocional. ‘Kooza tiene todo lo que puedas imaginar».

«Mi vida es cultura y entretenimiento, así que lo que se gaste en este apartado nunca es suficiente», responde a la pregunta sobre si cree que los 182 euros que gasta al año un español en ocio bastan. No quiere entrar en más valoraciones que las artísticas.

La canadiense es la responsable de la calidad e integridad de «Kooza», de «cuidar la función» y de plasmar en la realidad la idea de los creadores de este espectáculo para que no pierda la esencia del Circo del Sol. Pero no es la única que vela por la calidad de esta marca reconocida internacionalmente. Detrás del telón hay una «troupe» de 150 personas. De ellos, 50 son artistas y el resto de la plantilla se divide entre técnicos, personal de apoyo y otros departamentos que ayudan a que el entoldado amarillo y azul se convierta en un hogar para ellos y en un teatro para los espectadores.

«Todos son importantes, Cada uno de ellos juega un papel en la cadena de gestión del espectáculo y en su traslado de ciudad en ciudad. Tan importante es contar con buenos cocineros que nos proporcionen menús saludables, como hasta el último operario que se asegura que las medidas de seguridad son las óptimas».

«El público español es muy especial para el Circo del Sol. Cada vez que venimos tenemos una gran bienvenida». Biggi no oculta su entusiasmo y cuenta los días para regresar a Valencia. La visita exprés le ha sabido a poco y apenas ha tenido tiempo de disfrutar de la gastronomía valenciana. Se lleva un buen recuerdo, como el que le deja en el paladar un arroz bien hecho a orillas del Mediterráneo. «Yo quiero vivir aquí», insiste.

Fuente;: La Razón

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