Los Veintisiete se resisten a dar un salto al vacío. A pesar de la buena voluntad, los socios europeos no están dispuestos a lanzar un salvavidas a Theresa May, si eso implica que el propio buque comunitario acabe naufragando. «No sabemos si independientemente de lo que les demos, Wetsminter dirá que sí», explicaban ayer fuentes comunitarias. Ante ese miedo a un constante chantaje del Parlamento británico, los Veintisiete se atrincheraron en su posición de partida: el acuerdo no se negocia. Aunque al cierre de esta edición el encuentro no había terminado, la mayoría de las delegaciones defendían tan solo alguna aclaración de tipo político y esperaban que la «premier» británica explicase, de una vez por todas, qué es exactamente lo que pretende. En los pasillos comunitarios confiaban también en que, tras el reguero de negativas, la postura de la primera ministra fuera adquiriendo un mayor realismo.
La presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaite, ironizó sobre las demandas de May como un «deseo de Navidad». «Decide al fin lo que realmente quiere y Santa cumplirá», aseguró con una foto de un árbol de Navidad de chocolate, envuelto en papel de celofán. La propia May acudió a la capital comunitaria poniéndose la venda antes de la herida. «No preveo una solución inmediata, pero espero que podamos empezar el trabajo lo más rápido que sea posible sobre las garantías que son necesarias», aseguró la «premier», que puntualizó que serían «garantías políticas y legales» para «aplacar» las dudas de su Parlamento. Pero en las capitales europeas cunde la idea de que estas dudas son irresolubles. El propio canciller austriaco, Sebastian Kurz, reflexionó sobre la dificultad de satisfacer a los «brexiters» porque sus argumentos no son «realmente racionales».
El primero en echar un jarro de agua fría a la «premier» fue el presidente Emmanuel Macron. «La discusión de esta noche [por ayer] es sobre política», aseguró el inquilino del Elíseo para también descartar cualquier concesión de carácter legal. La delegación española también se situó en el grupo de países con un mensaje más duro respecto a Londres. Según fuentes diplomáticas, nuestro país se opone a la redacción de cualquier texto paralelo con validez jurídica –aunque no contradiga el tratado–, ya que esto podría suponer «una modificación por la puerta de atrás». El primer ministro holandés, Mark Rutte, tampoco parecía proclive a esta posibilidad: «Depende de lo que signifique legal. Es muy difícil si no vas a abrir el tratado de retirada».
La pragmática canciller Angela Merkel, una de las más interesadas en evitar un escenario de no acuerdo debido a los vínculos comerciales de su país con Londres, tampoco se movió del mensaje oficial. «Podemos hablar sobre garantías adicionales, pero los Veintisiete estaremos unidos y mostraremos nuestros intereses de manera clara. Siempre en el espíritu de que queremos una buena relación con Reino Unido incluso después del Brexit».
Bruselas es consciente de que el tiempo sigue avanzando. Entiende a May, ha llegado incluso a apreciarla y admirar su perseverancia y capacidad de resistencia, pero en estos meses ha comprobado cómo la unidad y la firmeza han dado buenos resultados. Abdicar de los principios que han fundamentado la negociaciones tan solo sería una mala noticia. La impresión generalizada es que May está pidiendo un imposible y que ni ella misma sabe muy bien lo que quiere.
Los recelos están claros. Los «brexiters» temen quedar atrapados en la unión aduanera «sine die» si, cuando termine el periodo de transición, no hay una propuesta alternativa para el Ulster. En el borrador de conclusiones de la cumbre, los líderes europes ponen de manifiesto el interés de que esta solución no llegue a ponerse en marcha, pero se vuelve a recordar la importancia de no renegociar el acuerdo y de no redactar ningún texto aclaratorio que lo contradiga. Para los 27, «este backstop «solo se aplicaría temporalmente» y el «tiempo estrictamente necesario». El pacto alcanzado el 25 de noviembre reza que cualquier decisión sobre el fin de la unión aduanera deberá tomarse en consenso entre Londres y los Veintisiete. El bloque comunitario no piensa renunciar a este poder de veto.
Ante la fragilidad de la situación, algunos ya han empezado a pedir a Londres la revocación del Brexit. El más claro ha sido el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, quien ayer se reunió con May en un encuentro bilateral antes de la cumbre. «Si esto es ir demasiado lejos, extender [el artículo 50] para dar a Reino Unido más tiempo, es ciertamente una opción», aseguró ayer.
En los pasillos comunitarios se ha barajado de manera extraoficial una posible prórroga de las negociaciones con el límite de la constitución del nuevo Parlamento Europeo, hasta junio o julio de 2019. Todo supeditado a que Londres lo pida. Según fuentes diplomáticas, esta posibilidad no ha sido discutida por los líderes europeos y se desconoce sobre si se podrá encontrar una solución para una prórroga más extensa. «Si se produce esa petición, daremos respuesta», asegura un alto cargo diplomático de manera críptica.
Fuente: La Razón