La Convención Nacional que hoy abre el PP quiere mirar hacia el futuro y abrir una nueva etapa con respecto a los Gobiernos de Rajoy y su gestión, sin rupturas y cuidando las formas. Por cierto, una gestión enmendada y revisada en algunas cuestiones fundamentales por la nueva cúpula popular, donde echan en falta que no se hiciera política y renunciaran a una defensa más firme «de sus principios». Ésta no va a ser una Convención de reivindicación del «marianismo», aunque formalmente sí sonará como mantra la defensa de toda la historia del PP y de la «unidad» interna.
Las tornas han cambiado con respecto a la última etapa de Mariano Rajoy, y en este cónclave va a estar mucho más cómodo el ex presidente José María Aznar que él, aunque haya aplausos para los dos. La desafección del poder orgánico del «marianismo» hacia el ex presidente Aznar, y a la inversa, hizo que este último se alejase de la vida de partido. La dureza de sus críticas hacia el «aparato» no eran compartidas no ya a nivel nacional, sino tampoco en el poder autonómico y municipal, y corría el riesgo de que fueran más los gestos de rechazo hacia su posición que los aplausos. Ahora, sin embargo, quien se siente menos integrado es Rajoy, aunque nunca lo vaya a expresar en público. Pero sí en privado. Y síntoma de ello es que desde su entorno de máxima confianza se airea estos días que no quería ni siquiera asistir a la Convención, y que si lo hace es solo «por no montar lío». El «marianismo» incluso dice sentirse ofendido por cómo han organizado la Convención en Génova. Se quejan de que no se les haya dado voz «después de lo que han hecho por este partido y por España», y también critican que todas las mesas de debate, de las que saldrá la fuente de inspiración para los ejes programáticos de próximas elecciones, estén monopolizadas por personas ajenas a la formación.
La nueva dirección ha invitado a todo el PP a la Convención, también a la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, aunque hace días se filtrara la queja de que no había recibido esa invitación. Génova no tenía ayer noticia de si iba o no asistir, de hecho, su impresión es que no acudirían a este cónclave ni ella ni la ex secretaria general María Dolores de Cospedal. Pero a primera hora de la tarde desde el círculo de Sáenz de Santamaría aclararon que sí se dejará ver en este acto de partido, pero solo para respaldar a Rajoy en su intervención de esta tarde dentro del homenaje para reivindicar la historia del PP desde su refundación hace 30 años.
Génova busca con la Convención Nacional que hoy se abre en Madrid «ensanchar» espacios en este contexto político de competición con Vox y Ciudadanos, y en esto justifican la decisión de que todo el debate ideológico vaya a reposar en las propuestas de independientes. En todas las áreas, incluso en las más significativas como la económica o la social, la presencia de cargos del partido es estrictamente estética, para moderar. En el reparto del «papel» de moderadores han sido nominados varios ex ministros de los que se «recolocaron» al lado de Casado ante el Congreso que decidió la sucesión de Rajoy, como Dolors Montserrat o Isabel García Tejerina. Pero ni ellos ni ningún otro alto cargo de la etapa de gestión de Rajoy tendrá «voz» política en este cónclave. Dicen en el «marianismo» que es «inaceptable» que vengan a darles lecciones de economía desde fuera y que no se escuche la voz de Cristóbal Montoro, por ejemplo, «el artífice de la salida de la crisis». Pero estos codazos internos no son, en ningún caso, desestabilizadores para el equipo de Casado, como sí lo sería, sin embargo, un pronunciamiento del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, marcando explícitamente distancias con la estrategia de Génova. Porque la Convención va a medirse inevitablemente en términos de si Casado gira o no a la derecha para disputar el espacio ideológico a Vox o si el partido se reafirma en el espacio más de centro que les disputa por el otro lado Ciudadanos.
La Convención no está diseñada para que de ella salga una agenda de propuestas nuevas. Y mucho menos en temas sensibles, y muy marcados por el guión de Vox, como es el caso de la violencia de género. Casado pretende vender la idea de un nuevo partido, que pasa página del pasado pero sin romper con él. En equipo y en contenido. Y trasladar también confianza electoral a los suyos.
Fuente: La Razón