«Pase por aquí, por favor señor Rajoy, siéntese», se escuchó decir a Manuel Marchena cuando pasaban cinco minutos de las cuatro de la tarde . Quien entraba por la puerta era Mariano Rajoy, pero ya no el presidente del Gobierno que declaró hace año y medio, también como testigo, en el juicio del «caso Gürtel». «Mariano Rajoy Brey, registrador de la Propiedad, 63 años, casado», se presentó a instancias del presidente del tribunal el ex jefe del Ejecutivo.
Sereno y contundente en sus respuestas, Rajoy –de traje y corbata oscura– reivindicó sus decisiones políticas durante el desafío soberanista y criticó a los estadistas que a toro pasado alumbraron «un montón de teorías» sobre la oportunidad o no de la aplicación del artículo 155.
Su único patinazo se produjo cuando se remitió en una de sus respuestas a lo que «se ha explicado aquí esta mañana» –sabido es que los testigos no pueden hablar entre ellos para no contaminar su testimonio–, algo que dejó «perplejo» al abogado Jordi Pina, que así se lo hizo saber al presidente del tribunal. Pero el ex presidente consiguió salir airoso. «Yo leo los periódicos digitales», aseguró.
Durante el interrogatorio de los letrados de la defensa, Rajoy se mostró más gesticulante y, a riesgo de abandonar la sala con una contractura cervical, se empeñó en mirar a la cara a los letrados durante sus respuestas. El momento más tenso se produjo cuando Pina le interpeló en relación al papel que jugó como supuesto mediador el lendakari, Iñigo Urkullu, que declara precisamente hoy como testigo, y a quien el ex presidente negó ese papel. «Aquí no ha habido ningún mediador de nada». Rajoy dijo en un primer momento que le atendió personalmente, pero el letrado, enigmático, le replicó. «Personalmente, ¿eh? Está bajo juramento, no quiero meterle en ningún lío». «Es muy difícil acordarme si hablé con él personalmente», precisó entonces.
Rajoy buscó la complicidad de Francesc Homs –letrado de varios acusados del PDeCAT– para intentar explicar por qué no instó al TC la suspensión de cargos públicos. «Como usted sabe, porque se ha dedicado a esto, hay temas que son de valoración política». Pero viendo que esa política de mano tendida no encontraba eco en el ex conseller, marcó distancias poco después. «Déjeme responder como me parezca –le echó en cara–. Yo tampoco le digo cómo debe de interrogarme…».
Y cuando por fin escuchó de Marchena «puede marcharse y recoger el carné», se levantó, se abrochó el botón de su chaqueta y abandonó la sala de vistas.
Fuente: La Razón