Estamos de suerte, la coartada del epílogo de la Alcachofa nos lleva a conocer el restaurante «Raúl Resino» en Benicarló, tras un entrañable vermut en la plaza mayor de Sant Mateu.
Cocina encastrada al pie del litoral, construida con pescados y mariscos, de una calidad privilegiada. Los platos se alinean uno tras otro, al socaire de los acantilados gustativos. La excelente mantequilla de anchoa nos intimida, como aperitivo en el kilómetro cero, ante lo que está por llegar: barca artesana de los pica-pica del Mar.
En su quehacer opera un saludable fuego cruzado de pescados, mariscos y verduras. Aunque se impone con claridad el litoral, no olvida a la huerta patria: «Galeras en la Mar Chica Benicarlanda con alcachofas».
Bajo una extensa bandera marinera enlazamos los platos que van y vienen con ese reposado vaivén de la marea, mientras nos convertimos en «apropiacionistas» de sabores y devotos de la gastronomía erudita de Raúl Resino.
Instinto culinario bien sedimentado, exento de sesgos incompatibles. Todos los platos parecen convincentes, aunque destacan: «Calçot en dos cocciones con sepionet de la puntxa, romescu y arroz negro soufflé y la fideossejat con salmonetes, tomates 20 mini y all i oli de kimuchi». Pasa palabra
Todos los pliegues de la personalidad culinaria de Raúl Resino afloran o se esconden según convengan. Mientras los platos son paciente y minuciosamente descritos por el eficiente servicio.
No debemos olvidar que corremos el riesgo de incurrir en prejuicios y descuidos, al emitir nuestro parecer, si obviamos platos como: huevo perfecto con suquet de alcachofas en marinera de miso y pulpo a la brasa.
Detrás de cada plato hay una tesis indiscutible y cuanto más avanza el menú más se sostiene el argumento. Menú adscrito al monologuismo marinero, con participaciones estelares y puntuales de verduras. Legitima la lonja mediterránea mientras coquetea con el concepto de «Tierra a la vista»: juliola con alcachofas en all i pebre blanco.
Cocina en abierto que se deshilacha, de manera agradable, sin procedencias ocultas: langostinos de Vinaroz en salazón con remolacha agridulce, mahonesa de wasabi, cítricos de salmuera y salicornia.
Nos rendimos a la evidencia. Menús efímeros y sabores perpetuos. La elocuencia culinaria se cambia cada quince días, mientras permanece la legitimidad gustativa. Los postres no están en la trastienda. Son un guiño permanente a la Comunitat: Agua de Valencia y Horchata de arroz con leche, con fartons de almendra y helado de turrón.
Aunque la decoración del local abraza el minimalismo práctico, el refinamiento de la puesta en escena de los platos coquetea con el detallismo visual. Creatividad compulsiva
El menú gastronómico resiste el mayor y complejo escrutinio gustativo. Raúl Resino vindica su autoexigencia en todas sus creaciones. Intuición, autenticidad y creatividad innata transitan por el difuso límite culinario que separa al mar de la huerta. Las sorpresas se amplían mientras se genera empatía sin descanso. Una demostración palpable de que es posible alumbrar un menú gastronómico accesible para todos los públicos.
Amparados ante el café, la disposición compartida del resto de comensales es total. El polo de gin tonic y las trufas de chocolate abrochan la sobremesa. La satisfacción flota alrededor de la mesa. Intuimos una incipiente devoción mientras planifican el inevitable regreso para experimentar con un nuevo menú. Visita obligada para los acreedores de experiencias gustativas. Avisados quedan.
Source: Comunitat Valenciana