San Vicente, en la cima de una falla de 1934

El comercio del centro le pedía un milagro: el regreso de los tranvías que el concejal de turno había restringido

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En fecha tan lejana como 1934, Sant Vicent Ferrer presidió una céntrica falla, la de las calles San Vicente, en Llop, Cotanda, Sangre, Garrigues y Clavé, una de las zonas comerciales de mayor calidad en la época. España estaba en plena República. Pero la figura del santo no fue tomada en modo alguno por una vertiente poco respetuosa: el santo, que presidía la falla desde una hermosa reproducción del templete del puente del Mar, estaba señalando al cielo, como es preceptivo en su iconografía. Y todo el conjunto fallero estaba tocado del tradicional buen humor a la valenciana.

El artista, interpretando el sentimiento del barrio, evocó a nuestro emblemático santo para criticar al Ayuntamiento por un problema que es, también, muy del siglo XXI. Y es que el comercio valenciano necesitaba un milagro con urgencia: hacer que la concejalía de turno convenciera a la Compañía de Tranvías para que no restringiera las líneas de transporte hacia el centro; porque hacerlo era matar al comercio tradicional valenciano.

Los versos del «llibret» de la falla no dejan lugar a dudas sobre la temática del monumento fallero.

Ese asunto y el olvido de la avenida del Oeste hacían necesaria la intercesión del santo

-Desde que al nostre carrer / el tranvía li han llevat, / que hi ha no te l’alegría / que solía tindre avans.

Sin duda hacía falta un gran milagro. Y «els milacres de Sant Vicent» eran la temática de las escenas falleras en las bases. Los personajes vicentinos, frailes dominicos y gente medieval popular, estaban de compras en la zona del teatro Olympia, núcleo urbano de la falla de la protesta. Se criticaba al Ayuntamiento y a Ignacio Villalonga, presidente de la empresa tranviaria que había reducido los servicios:

-Que quant pasaba el tranvía / de Ruzafa o el del Grau / había molt de pasatge / i es fea molt de calaix…

La falla, de paso, reclamaba la pronta apertura de la Avenida del Oeste, proyectada desde 1929 por el Ayuntamiento del marqués de Sotelo pero ni siquiera iniciada por las nuevas autoridades de la República. Una de las escenas era, precisamente, el solemne entierro del proyecto urbanístico, reclamado por vecinos y comerciantes para terminar con la falta de seguridad, de higiene y de calidad urbana que suponía un «barrio chino» que ocupaba el área urbana que iba desde el Mercado Central a San Agustín.

En la Escena II de la falla, el santo hacía el milagro: «Ha iluminat a un consejal, que ja es iluminar, per a que siga un fet «La Avenida del Oeste», únic modo de que el tranvía torne a pasar per el carrer de San Vicent». En la falla se figuraba que una Cabalgata organizada por el Ayuntamiento intentaba reavivar la avenida del Oeste; y empujar el tranvía, que en este caso se pintaba con disfraz de tortuga. Sin embargo, en la Escena III de la falla se recuperaba el pesimismo: una Valencia, «vestida de llauradora, plora perque un esqueleto, elegant i en sombrero, fent de un ataúd maleta, s’endu al Panteón del Olvido el «Proyecto de la Avenida del Oeste». Tot ha segut un ensomit».

Y presidiéndolo todo, con su dedo señalando al cielo el bueno de Sant Vicent Ferrer. Humor a la valenciana.

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