Sólo 60 guardias civiles para impedir el asalto de 1.500 subsaharianos

Hace tan sólo cuatro semanas, los agentes de la Guardia Civil que vigilan la frontera de Ceuta se prometieron no volver a jugarse la vida. Desde que el Gobierno de Pedro Sánchez anunció la próxima retirada de las concertinas, las mafias controlan cualquier movimiento y saben que, tras la llegada del «Aquarius» a Valencia, «España ha abierto la puerta a la inmigración ilegal». Cada vez que un grupo de subsaharianos traspasa la frontera, estas organizaciones criminales lo publicitan en las poblaciones africanas para captar a nuevos interesados. Lo que, unido a la prohibición de utilizar cualquier medio de contención y la falta de efectivos, convierten a una de las dos fronteras del sur de Europa en una cóctel molotov a punto de estallar.

Sobre las 9:00 horas de ayer, un grupo de 300 migrantes intentó atravesar la zona perimetral de la valla, repitiendo de nuevo el «modus operandi» del salto masivo que tuvo lugar el pasado 26 de julio y en el que consiguieron acceder al territorio español 602 personas. Entraron por la zona del Arroyo de las Bombas , aprovechando la hora del rezo por la Fiesta del Sacrificio de la comunidad musulmana. Sin embargo, en esta ocasión, sólo lo consiguieron 117, que se valieron de cizallas y mazos que les permitieron cortar los mallazos de protección exterior e interior, rompiendo así la valla y las puertas existentes en el perímetro. Y, aún más, lo hicieron a plena luz del día.

Para evitar que la Guardia Civil se acercara a la zona donde se encontraban, lanzaron recipientes de plástico con excrementos, sangre, cal viva y ácido de baterías. «Sin duda, ha sido uno de los asaltos más agresivos que hemos vivido en mucho tiempo», explican a LA RAZÓN fuentes de la Guardia Civil. «Ya no sólo saltan la valla, sino que la destrozan. Nosotros, en cambio, seguimos sin poder utilizar los medios de los que disponemos». Se refieren a las pelotas de goma que, el pasado febrero de 2014, causaron la muerte a varias personas en la frontera de El Tarajal. «No tenemos forma de frenarles».

Fuente: La Razón

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