Torrent veta los intentos de JxCat de saltarse la ley: «No estoy dispuesto a ser un mártir como Forcadell»

Hoy se cumple un año de las jornadas más sombrías del Parlament, hoy cerrado para plenos y sólo abierto para comisiones que despiertan, más bien, poco o nulo interés. El 6 y el 7 de septiembre de 2017, el independentismo aprobó la Ley del Referéndum y la Ley de Transitoriedad Jurídica y, sobre todo, laminaron los derechos de la oposición que se vio relegada a una mera posición testimonial. Decían que aquellos eran pasos necesarios para alumbrar la futura República que se declaró el 27 de octubre. Ahora ya no lo dicen, porque la unilateralidad está desterrada de los planes soberanistas.

El presidente Torra desempolva la unilateralidad y la desobediencia al Estado en sus múltiples comparecencias públicas y entrevistas mediáticas. Sin embargo, su actividad ejecutiva no contempla ni la una ni la otra. De hecho, en su comparecencia del martes, el president delegó tomar esta hoja de ruta en el Parlament y en la calle. Él, como máximo representante del gobierno se puso de perfil, no asumió su responsabilidad política, no puso fechas como hacía hace un año Puigdemont, no desgranó una estrategia ni tampoco una actividad legislativa que culminara «con la ruptura con el Estado».

El independentismo ha puesto en el congelador esta opción a pesar de tener una mayoría absoluta en el Parlament, y no ha planteado nuevamente leyes de ruptura. Primero, porque el presidente del Parlament, el republicano Roger Torrent, ha vetado todos los intentos de JxCat de violentar las normas de la Cámara catalana. No está dispuesto a ser el «chivo expiatorio», ni a convertirse en «mártir» como su predecesora, Carme Forcadell. En segundo lugar, el independentismo es plural y las tensiones, largo tiempo larvadas, han aflorado. Hace un año estas diferencias existían, pero alcanzar la República era como un bálsamo que hacía posible el acuerdo. Y, tercero, la voluntad de ERC de no repetir los mismos errores y de poner agua a la hoguera de los más «hiperventilados».

Los republicanos están convencidos que esta actitud no lleva a ninguna parte. Joan Tardà, una figura de referencia en ERC lo dijo meridianamente claro la pasada semana: «La independencia no vendrá por la vía de la insurgencia». El presidente del grupo republicano en el Congreso de los Diputados ha sido utilizado por ERC para marcar diferencias con sus socios de Junts per Catalunya. Oriol Junqueras desde la cárcel de Lledoners no ha perdido la paciencia y menos los nervios. Está convencido, y ha convencido a los suyos, de que se cometieron muchos errores que llevaron a un fracaso estrepitoso y que es necesario ampliar la mayoría social para llegar a la creación de un nuevo Estado.

Con este objetivo, al que ERC no renuncia, el partido de Junqueras quiere no volver «a quedarnos sin la independencia, pero además no quedarnos sin la autonomía». Los republicanos parece que se han sacudido su sumisión a Junts per Catalunya, y discrepan abiertamente de una estrategia que pase por la desobediencia, por el desafíosin garantías de éxito. Quieren gobernar y que el «gobierno sea visto como eficaz», además de reconocer los errores. Errores que Puigdemont y Torra no reconocen y quien osa denunciarlos pasa a engrosar la lista de traidores. En ERC consideran que han superado esa etapa de seguidismo, «es necesario decirle a la gente que hemos de hacer las cosas de otra manera para lograr nuestros objetivos. Hemos de dejar de embaucarlos porque eso sólo lleva a la frustración».

ERC se ha convertido en estos meses en la piedra en el zapato de quienes apuestan por «en cuánto peor, mejor», porque «eso es una estrategia que nos aboca de nuevo al fracaso».

Fuente: La Razón

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