Donald Trump lo tiene claro. El departamento de Estado debería investigar el ya célebre, y discutidísimo, artículo de «The New York Times». A bordo del «Air Force One», y cuestionado por los periodistas, comentó que «vamos a echar un vistazo a lo que tenía, a lo que entregó, a lo que dice, y a dónde estará ahora». Añadió que «si asiste a una reunión de alto nivel sobre China, Rusia o Corea del Norte o algo así, no lo quiero en esas reuniones». Fiel a su línea visceral llamó «enfermo» al fantasmagórico autor. Confesó que ya no puede evitar una cierta desconfianza en las reuniones. Y conminó al fiscal general, Jeff Sessions, para que indague: «Diría que Jeff debería investigar quién fue el autor de esa pieza porque, de verdad, creo se trata de la seguridad nacional».
Cuenta «The Washington Post» que estuvo presente en la conversación, que en un momento dado a Trump le preguntaron por Gary Cohn. Según Bob Woodward, el que fuera consejero de economía de la Casa Blanca fue uno de los que sustrajo papeles del escritorio presidencial. Entre ellos uno que, de haberlo rubricado, habría liquidado las actuales relaciones comerciales entre Estados Unidos y Corea del Sur. «Si Cohn hubiera quitado un dosier de mi mesa», respondió Trump, «lo habría despedido en dos segundos. Tan rápido que lo habría despedido en el primero de esos dos segundos».
¿Quién es el misterioso alto funcionario? La pregunta sigue rebotando dentro y fuera de la Casa Blanca. Hasta el punto de que son ya cerca una treinta de altos cargos los que han salido a la palestra a responder que no, que ellos no han firmado el artículo y, por supuesto, que no trabajan conchabados para derrocar al presidente. Al cierre de esta edición el Departamento de Estado todavía no se había pronunciado respecto al requerimiento del presidente para que investigue.
Eso sí, al «NYT» tampoco le está saliendo gratis la arriesgadísima jugada. Son ya decenas los articulistas, entre ellos varios destacados columnistas del Wall Street Journal, que consideran que se trató de una maniobra reprobable, que viola, de paso, el código deontológico del propio periódico.
Mientras tanto un reportero del «Times», Edmund Lee, aseguraba a Bloomberg que está sufriendo un auténtico acoso, a base de llamadas y correos electrónicos, de partidarios de Trump. Al parecer la web del «Times» confunde fácilmente su nombre, Ed, con las iniciales por las que en inglés se nombra una pieza de opinión, «op-ed». La situación será ridícula, pero no parece compensar a Lee frito a recados de odio.
Fuente: La Razón