La decisión apresurada de Donald Trump de ordenar la salida de los más de 2.000 soldados desplegados en el norte de Siria ha levantado una tormenta de arena en Oriente Medio. Mientras Irán y sus aliados regionales se frotan las manos viendo una oportunidad de oro para ganar influencia, Israel siente que su aliado, Estados Unidos, le ha dejado solo.
En este sentido, el primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, prometió ayer que Israel intensificaría su lucha contra la presencia militar de Irán en Siria. «Seguiremos actuando agresivamente contra los esfuerzos de Irán para atrincherarse en Siria», advirtió el jefe del Gobierno israelí.
Si bien el numero de efectivos estadounidenses es meramente representativo, su función es importante para frenar el avance de los iraníes hacia los Altos del Golán y para controlar el contrabando de armas entre Siria e Irak y que no caiga en manos de la organización libanesa de Hizbulá. «Ahora que EE UU va a dejar de tener presencia en Siria, habrá menos control en el corredor chií Irán-Siria-Líbano», explicó a LA RAZÓN Marwa Muchir, analista de la Universidad de Saint Jo-seph. La situación de tensión que se está viviendo en el sur de Líbano con la destrucción de los túneles de Hizbulá por parte de las fuerzas israelíes podría llevar a una nueva escalada de tensión entre Israel y Hizbulá. «Esto no es simplemente un acto de agresión; es un acto de guerra», advirtió Netanyahu el miércoles de cara a la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU.
Otro factor desestabilizador es la influencia rusa en Siria. Aunque la balanza de poder siempre se ha inclinado hacia Bachar al Asad y sus aliados –Irán y Rusia–, Washington y sus aliados occidentales han conseguido cierto equilibrio en Siria. Moscú junto con Teherán y Ankara tendrán todo el poder de decisión en Siria. «Trump le ha entregado la llave a Putin para que tenga el control total de la zona», alertó la experta libanesa. «Cada vez tiene más influencia en Turquía, Líbano, además de Siria e Irán», agregó Muchir. La retirada de las tropas llega en un momento de mala racha en las relaciones diplomáticas entre Moscú y Tel Aviv tras el derribo en octubre de un caza ruso como consecuencia de un ataque israelí en Siria.
Quien también tendrá vía libre en el norte de Siria es Turquía, que ha anunciado su inminente ofensiva en Manbij tras el anuncio de la retirada de las tropas de Estados Unidos de esa zona. El ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, afirmó que las Fuerzas Armadas turcas se están preparando «intensamente» para una «operación militar antiterrorista» en la localidad de Manbij y al este del río Éufrates, áreas controladas por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) que encabeza la milicia kurda YPG, que ellos acusan de estar relacionada con la organización del PKK.
Si bien la retirada de los 2.000 soldados estadunidenses despeja el camino para las aspiraciones turcas de acabar con la amenaza de los kurdos en su frontera sur, por otro lado permitirá al régimen de Al Asad conquistar el territorio que controla la oposición que apoya Turquía.
Fuente: La Razón